LLegué a Jordania sin esperar nada o esperando poco, y cuando el tiempo allí se acababa, no quería sino volver ya antes de partir.
Encontré un país lleno de tesoros. De norte a sur el recorrido transcurre entre piedras e historia, entre arena y atardeceres dorados, entre sal y agua, entre ciudades perdidas y té beduinos... La acogida de su gente, su gentil "welcome". Sus sabores y colores, una amplia gama de tostados y ocres y ámbar. Y el corazón beduino presente en la cultura jordana.
Nos llevamos siempre algo de aquellos sitios a los que vamos, algo se nos pega en la piel, algo dejamos también.

(Siento que las imágenes queden tan mal montadas...)