Siempre he creído que lo que une a todos los hombres y mujeres del mundo, son la muerte y el amor. Conceptos, a mi entender, duales además, no antagónicos, como podría parecer en un primer vistazo, sino duales desde el sentido de correspondencia, no son nada el uno sin el otro, uno existe porque existe el otro. Como todo en la vida. Pero ese es otro asunto.
Amor y muerte son parte inherente a todo ser humano, sea rico o pobre, viejo o joven, guapo o feo, listo o tonto, adorable o insoportable... a todo el mundo le llega alguna vez ( o algunas veces) el momento de amar, y a todo el mundo le llega alguna vez el momento de morir.
Yo trato de llevarme bien con ambos. Sé que esto suena difícil de entender, especialmente en el caso de la idea de la muerte, pero es un ejercicio recomendable ese de pararse a pensar de vez en cuando en el fin de esta etapa. La muerte está presente siempre en el transcurso de nuestras vidas, aunque le demos la espalda. Creemos que es algo en lo que no hay que pensar, de lo que no hay que hablar, porque el momento aún queda muy lejos... Y luego, cuando nos ofrece la cara, la miramos con espanto, con tremendo dolor e incomprensión, arrastrándonos la mayoría de las veces por un camino pedregoso del que nos cuesta salir, como si la muerte acabara con todo, con todo el sentido de nuestros días. Y habrá quien diga que precisamente es así, que la muerte es un cuchillo que corta todo lo que encuentra... no puedo menos que compartir eso, sin duda, a la vista de las consecuencias tremendas que nos genera, pero yo tengo además otro punto de vista particular. Punto de vista que he adquirido tras muchas lecturas, conversaciones y sensaciones. Soy de las que piensa que la muerte es un paso más, un cambio de ropa, la vieja por la nueva, como diría el Dalai Lama, y que tras ella seguimos creciendo y avanzando. Me niego a pensar que es el fin de Todo. Y me niego porque es así como siento, me viene de dentro, de una certeza imposible de explicar. No digo que cualquier pérdida de un ser querido haya que tomársela con filosofía y buen humor, nada de eso. Pero sí digo que aplaudiría a quien tuviera agallas de tratar ese tema desde temprana edad, en los colegios. Qué barbaridad, dirá alguien, pues bueno.
Sé que todo esto es fácil de expresar así de cualquier manera, rápido y sin mayores explicaciones.... pero creo que cualquier explicación, por mucho que la extienda, no serviría de nada para quien sigue negándose a mirar a la muerte a la cara y preguntarle sin tapujos “¿y tú de qué vas?”. Es probable que lo que descubra le sorprenda.
Una de las cosas que pienso es que la muerte es tan dura y difícil por el modo en el que nos enfrentamos (enfrentamos, la misma palabra lo dice) a ella.
A una de mis mejores amigas, se le murió la madre hace unos pocos años. Fue una pérdida inesperada y muy dolorosa. Mi amiga tuvo un largo período de desconcierto, desamparo y dolor, hasta tal punto que aún hoy al hablar de ella y recordarla, deja escapar alguna lágrima. Yo sólo puedo abrazarla fuerte e intentar ponerme en su lugar, pensar qué sería de mí sin mi querida madre, a la que adoro. Sería terrible. Y lo digo a pesar de que, como he dicho, trato de llevarme bien con el concepto de muerte. A pesar de ello, sería terrible. ¿Y entonces?. Entonces es por eso que digo que ojala nos enseñaran a mirar a la muerte de otro modo, a prepararnos de algún modo para ella, a recibirla como recibimos el resto de cosas de la vida, porque es la vida que estamos haciendo, la que tenemos, la que somos, la que nos enseña, la que disfrutamos y sufrimos. Simplemente porque es Vida.
Porque es Amor. Amor es Vida.
Eros y Tánatos, al fin y al cabo.
Y como decía, con el amor también trato de llevarme bien. Con ese es más fácil, claro. Hay veces que me doy cuenta que estoy amando a alguien a quien no conozco; por una mirada, por unas palabras, por un proyecto, por un gesto en la calle, por un deseo... qué sé yo... hay mil razones para amar y todas buenas. Porque amar es salud, y si es correspondido, es una de las experiencias más maravillosas.
Por cierto, yo siempre he dicho que se muere un poquito cuando se pierde el amor.
Sobre Eros hay textos hermosos, por ejemplo: En el pensamiento griego, es una deidad primordial que encarna no sólo la fuerza del amor erótico sino también el impulso creativo de la siempre floreciente naturaleza, la Luz primigenia que es responsable de la creación y el orden de todas las cosas en el cosmos. En la Teogonía de Hesíodo, el más famoso de los mitos de la creación griegos, Eros surgió del Caos primordial junto con Gaia, la Tierra, y Tártaro, el Inframundo. De acuerdo con la obra Los pájaros de Aristófanes, Eros creció rápidamente a partir de un huevo puesto con la Noche, quien lo había concebido con la Oscuridad.
Sobre Tánatos encontramos cosas como: En la mitología griega, Tánatos era la personificación de la muerte no violenta. Su toque era suave, como el de su hermano gemelo Hipnos, el sueño. Era una criatura de una oscuridad escalofriante. Homero y Hesíodo le hacían hijo de Nyx, la noche, y gemelo de Hipnos, insinuando que ambos hermanos discutían cada noche quién se llevaría a cada hombre, o que el Sueño anulaba cada noche a los mortales en un intento de imitar a su hermano mayor. Desempeña un papel pequeño en los mitos, pues quedó muy a la sombra de Hades, el señor de los muertos.
Y para terminar, unas curiosidades sobre el Amor y la Muerte:
No se puede abordar el tema del Eros sin mencionar «El Banquete» de Platón. De este texto memorable, el autor destaca dos de los discursos, el de Aristófanes y el de Sócrates. Del primero se desprenden al menos tres enseñanzas: 1. Que la fuerza del eros derivaría de la añoranza que siente el amante por la amada, o viceversa, puesto que en un pasado remoto sus cuerpos habrían estado unidos, para ser violentamente separados por Zeus. 2. El amor consistiría en una búsqueda y eventual reconocimiento de esa «otra mitad». 3. Este reconocimiento ocurriría a través de un symbolon, una suerte de contraseña que nos dimos los humanos unos a otros antes de ser separados.
Por otro lado, en el ámbito de la psicología y la psiquiatría, Sabine Spielrein y sobre todo Sigmund Freud contrapusieron, al instinto de vida, el impulso o instinto de muerte. Sin embargo, filósofos como Hegel y Heidegger han concebido la muerte como parte esencial de la vida. En orden a profundizar el contexto vida (o amor) y muerte, el autor procede a analizar el famoso poema de Goethe, «Selige Sehnsucht» («Feliz anhelo»), donde postula su famoso principio del Stirb-werde (muere para llegar a ser), poema inspirado en el amor de la mariposa por la llama, que significará su muerte.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
que verdades dices...
ResponderEliminar