Hace unos días tuve ocasión de observar el resultado de un pequeño proyecto en el que participaron numerosos/as ciudadanos de Bilbao. Debían escribir en un circulo de 30x30 aproximadamente, lo que deseaban para el año 2012. Es verdad que se trata de algo a más largo plazo, no tanto el ahora, pero sin duda, quienes expresaron sus deseos de aquella manera, desearían así mismo que aquel anhelo se hiciera presente ya. Pasando de una zona a otra de la exposición, fui leyendo: “ quiero que en el 2012 haya trabajo para todo el mundo” o “desearía que la Paz en el mundo fuera algo real” o también “ que mis hijos encuentren trabajo y sean felices” más allá “que desaparezca la maldad” y “ poder estar a tu lado toda la vida”.
Me conmuevo enseguida, es cierto, así que todo aquello me conmovió. Sentir la fuerza de aquellos mensajes y la gente que los había escrito, aunque fuera de una forma rudimentaria y sencilla, hacía que me sintiera una con ellos, una igual con sus mismos deseos. Y es que es en lo más esencial, en lo más primitivo, que nos parecemos y encontramos nuestras afinidades. A pesar de ello, diariamente buscamos motivos irrelevantes para marcar nuestras diferencias, cuando en realidad todos y todas formamos parte de una gran fuerza, una gran energía que nos une; estamos unidos aunque ni lo sospechemos. Y eso es algo en lo que creo totalmente.
En lo que respecta al ahora, al hoy, al estoy aquí, sentada en esta silla vieja deshilachada, frente al portátil mientras en la cocina se cuecen los spaguetti para la comida, la historia es parecida. Lo que quiero ahora.
Ángeles caso lo expresa muy bien en uno de sus últimos artículos: “ Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. (…) Ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila. (…) No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería…”
Y ¿yo ¿ ¿qué quiero yo ahora?...
Y ¿tú? ¿sabes lo que quieres ahora?.
No quieres casi nada? Pero si querés el paraíso!!!
ResponderEliminarYo quiero cosas parecidas
Sí! tienes razón Martxelo. No es pedir poco... ;-)
ResponderEliminarUn saludo.
¿Has preguntado al Petirrojo...?
ResponderEliminarNo... no se lo he preguntado... ¿crees que me lo dirá?.
ResponderEliminarEn cualquier caso, cada día que pasa me confirma lo que quiero, lo que no sé es cuánto me costará. Pero no tengo prisa; creo que me está esperando, creo que es para mí.
Gracias por la visita. :-)
Me ha gustado mucho ese párrafo final.
ResponderEliminarYo pensaba que a veces me apetece vida nueva... o nueva vida ¿?
besos
Hola, gracias por tu visita, estoy bien. Un beso enorme.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo con Ángeles Caso, casi nada de lo que creemos o nos han convencido para que creamos, es importante para sentir que tenemos una vida plena. No recuerdo la autora, hace unos días leí que una especialista en cuidados a muribundos ha escrito un libro en el que recoge reflexiones de los que están a putno de traspasar al otro lado. En síntesis, la gente que está en la frontera entra la vida y la muerte, coinciden en que se arrepienten de no haber elegido el amor, en sus muchas facetas, y no haber tenido valor para arriesgarse por aquello que deseaban, por encima del ascenso y los logros sociales y materiales.
ResponderEliminarSaludos.