Y se utiliza la palabra, vehículo impagable para que exista la comunicación entre los seres humanos.
Se utiliza bien. Se utiliza mal. Se utiliza casi siempre demasiado. Se utiliza gratuitamente, como si por el mero hecho de disponer de boca, tuviéramos que abrirla constantemente.
Y lo mismo que se habla, se escribe; placer del que yo personalmente, disfruto a menudo.
Me llamaba la atención esta semana, un pequeño artículo en el que se hacía referencia a las tendencias actuales en el mundo del Arte, en el que los artistas emiten grandilocuentes expresiones referidas a las obras que realizan, sin que pueda contemplarse en ellas aquello que se indica . “ Se ha transmitido al autor joven que su papel es intelectual y no puede ser espontáneo, ni dejar nada al azar en aras a una dedicación artística que ante todo tiene que ser rigurosa y presidida por el conocimiento” (X. Sáenz de Gorbea).
Y me recordaba a una experiencia personal que viví hace unos años cuando participaba con un grupo de artistas en el desarrollo de un proyecto internacional en el que se daban cita autores y expresiones de muy diverso tipo, tanto que aquello era intentar meter con calzador una idea, que a fuerza de ser artística, era sin duda genial y moderna. De aquella experiencia, rica como todas las nuevas experiencias, salió entre otras cosas un libro del que reproduzco un fragmento, tal cual aparece: “ Por esa parte estaríamos de acuerdo en lo que entrecortadamente y por mis defectos de in-formación, establecidos como un acuerdo o idea de ilusión sobre la forma de la relación entre una posibilidad de texto, refractaria, y la operatividad del ejercicio llevado al extremo de su publicación junto a las formas de visualización de ese todo que apareciera entonces (tiempo a distancia) como la autenticación de las probabilidades y discontinuidades que le fueran propias y reasignaran el programa y cualesquiera de sus procesos, en contención o desatención. Anticipación, que ha de verse…”
… A mi me cuesta entender algo, la verdad. Pero esa era y es la forma de expresarse de muchos artistas actuales. Ante ese caos aparente, y sin desmerecer de su trabajo, en ocasiones muy valioso, me quedo con éste otro párrafo del teólogo Jose Arregi:
“Del silencio nació la palabra; la palabra nos conduce al silencio como los riachuelos conducen al fondo del valle (…) Oíd el susurro amoroso que todo lo anima. A pesar de todo, la condición es el silencio, es decir: el oído atento, la mirada profunda, el yo desapegado. Decía el rabí Simeón: He pasado la vida entre sabios y no he encontrado para el cuerpo nada mejor que el silencio. ”
El silencio… callemos pues, y miremos, toquemos, respiremos… ssshh.
sshhhhh
ResponderEliminarabrazo silencioso