Vuelvo a visitar mis apuntes, esos que guardan pequeños tesoros que el tiempo parece hacer aún más grandes. Tengo unos minutos antes de marchar. Y encuentro esto:
"En esa luz y ese silencio, años de furor y de noche se deshacían lentamente. Escuchaba dentro de mi un sonido casi olvidado, como si mi corazón, parado desde hacía mucho tiempo, se pusiera de nuevo a latir suavemente. Y ahora, despierto, reconocía uno a uno los imperceptibles ruidos de los que estaba hecho el silencio: el bajo continuo de los pájaros, los suspiros ligeros y breves del mar al pie del monte, la vibración de los árboles, el canto ciego de las columnas, el roce de los ajenjos, las lagartijas furtivas. Eso oía, y escuchaba así mismo las oleadas de felicidad que subían dentro de mí."
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Es verdad. El corazón debería poder detenerse sin morirnos. Porque hay veces en que así nos sentimos.
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