martes, 8 de junio de 2010

Leonardo Boff

Aún a riesgo de repetirme, porque no sé si escribí sobre esto tiempo atrás.... (¿) Copio estas palabras que acabo de encontrar, o me han encontrado ellas a mí... son de Leonardo Boff, ser pensador... Antes se pensaba para algo, ahora, si se piensa, ¿para qué es?.

Y al terminar, añado una foto que saqué hace tiempo en la selva de Darién, al sur de Panamá. También la acabo de encontrar (no tiene buena resolución), e inmediatamente me ha hecho darme cuenta de que en aquel momento yo no estaba allí, yo estaba detrás de la cámara, pero no allí. Creo que no supe vivir el momento "poéticamente"... lástima.

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SER HUMANO: POÉTICO Y PROSAICO

Uno de los más inspirados poetas alemanes Friedrich Höderlin (1770.1843) dijo lo siguiente: El ser humano habita poéticamente la Tierra. Este pensamiento lo completó luego un pensador francés Edgar Morin: El ser humano habita también prosaicamente la Tierra. Poesía y prosa, además de ser dos géneros literarios, expresan dos modos existencias de ser.

La poesía supone la creación que hace que la persona se sienta tomada por una fuerza mayor que le trae conexiones inusitadas, iluminaciones nuevas, rumbos nuevos. Bajo la fuerza de la creación, la persona canta, sale de la rutina y asume caminos diferentes. Surge entonces el chamán que se esconde en cada persona, esa disposición que nos hace sintonizar con las energías del universo, que capta el púlsar del corazón del otro, de la naturaleza y de Dios mismo. Por esa capacidad se descubren nuevos sentidos de lo real.

Habitar poéticamente la Tierra significa sentirla como algo vivo, evocativo, grandioso y mágico. La Tierra es paisajes, colores, olores, fascinación y misterio. ¿Cómo no extasiarse con la majestad de la selva amazónica, con sus árboles, cual manos tendidas hacia lo alto, con la maraña de sus lianas y enredaderas, con los sutiles matices de sus verdes, rojos y amarillos, con los trinos de las aves y la profusión de sus frutos? ¿cómo no sentirse pequeño, perdido, un bichito insignificante ante su incalculable biodiversidad?.

Habitamos poéticamente el mundo cuando sentimos en la piel el frescor suave de la mañana, cuando padecemos bajo canícula del sol del mediodía, cuando nos serenamos al atardecer, cuando nos invade el misterio de la oscuridad de la noche. Nos estremecemos, vibramos, nos llenamos de ternura y nos extasiamos ante la Tierra en su inagotable vitalidad y belleza y al encontrarnos con la persona amada. Entonces vivimos el modo de ser poético.

Lamentablemente son ciegos y sordos y victimas de la lobotomía del paradigma positivista modernos quienes ven la Tierra simplemente como un laboratorio de elementos fisico-quimicos, como un conglomerado inconexo de cosas yuxtapuestas. No, ella está viva, es Madre y es Pachamama.

También habitamos la Tierra prosaicamente. La prosa recoge la cotidianeidad y el día a día gris, hecho de tensiones familiares y sociales, como los horarios y los deberes profesionales, con discretas alegrías y tristezas disimuladas. Pero los prosaico también esconde valores inestimables. Se descubren tras una larga estancia en un hospital, o cuando regresamos presurosos después de pasar penosos meses fuera de casa. Nada más suave que el sereno discurrir de los horarios y de los quehaceres domésticos y profesionales. Nos da la sensación de una navegación tranquila por el mar de la vida.

Poesía y prosa conviven y se alternan en el tiempo. Tenemos que velar por lo poético y lo prosaico de nuestras vidas, pues ambos se complementan y ambos están amenazados de banalización.

La cultura de masas ha desnaturalizado lo poético. El ocio, que sería el momento de ruptura de lo prosaico, ha sido aprisionado por la cultura del entretenimiento que incita al exceso, al consumo de alcohol, drogas y sexo. Es una vivencia poética, pero domesticada, sin éxtasis; un disfrute sin encantamiento.

Lo prosaico ha sido transformado en simple lucha darwiniana por la supervivencia, extenuando a las personas con trabajos monótonos, sin esperanza de gozar del merecido ocio. Y cuando éste llega, resultan rehenes de quienes han pensado todo por ellas, organizan sus viajes y les fabrican experiencias inolvidables. Y lo consiguen. Pero como todo es artificialmente inducido, el efecto final es un doloroso vacío existencial. Y entonces es cuando les dan antidepresivos.

Saber vivir con levedad lo prosaico y con entusiasmo lo poético, es indicativo de una vida plenamente humana. Plenamente Humana.


2 comentarios:

  1. Hay lugares tan impresionantes que cuando los ves te parece que estás en una película, que no es real. Y hay personas que también producen lo mismo.

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  2. Qué bueno eso que dices... pero me da qué pensar. Y pienso que también he perdido ocasiones maravillosas de disfrutar de personas así.
    A veces - demasiadas - pasamos por la vida con los ojos y oídos cerrados.
    Porras.

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